19/9/15

Actualidad del pensamiento de Herbert Marcuse (+Entrevista, +Texto, +PDFs)

Herbert Marcuse y la Escuela de Francfort
En 1978, Herbert Marcuse concedió cuarenta minutos de su tiempo a participar de una serie de entrevistas realizadas por el profesor británico y divulgador Bryan Magee. Dichas entrevistas fueron publicadas en forma de texto en un libro titulado Men of Ideas (1978), donde se reúnen diálogos que el inglés mantuvo con Noam Chomsky, Iris Murdoch y Marcuse, entre muchos otros. 
Con un imborrable acento teutónico, con un discurso pausado, preciso, Herbert Marcuse evoca con admiración los años turbulentos de la República de Weimar que vieron florecer al Instituto de Investigación Social, hoy conocido como la Escuela de Frankfurt, que lideraron Horkheimer y Adorno. Para cuando se llevó a cabo la entrevista, Marcuse, que ya lo había escrito todo (moriría unos pocos meses más tarde, en el verano del 79), era una estatua viva del pensamiento continental exportado a Norteamerica, donde había escrito en inglés sus libros más brillantes, como El hombre unidimensional (1954) y Eros y civilización (1955), ensayo en el que conjuga a Marx y a Freud con una lucidez asombrosa.
Bryan Magee está siempre intentando correr a Marcuse un poco más hacia la derecha, arrastrarlo hacia Occidente, barrer para casa y llevarlo a su terreno. Se concentra en las discrepancias que Marcuse mantiene con el marxismo tradicional, subraya con entusiasmo su heterodoxia. Le pone palabras en la boca a Marcuse que, escandalizado, niega rotundamente suscribir; esboza prejuicios en boca de televidentes hipotéticos o de críticos anónimos y ajenos. Prejuicios que, proyectan también los suyos. Se nota que es la guerra fría, donde la batalla ideológica era un debate abierto que se ponía en escena. El profesor, a veces, se sobresalta un poco, y sin perder la compostura contraargumenta de forma rigurosa, mientras divulga sus ideas con nivel pedagógico envidiable.
Desde la perspectiva que nos otorga volver a ver esta entrevista desde siglo XXI, la conversación que mantienen, sobre cómo el poder económico parece sojuzgar al poder político y sobre la presunta acumulación de capital que se había estado gestando durante la década de los setenta, no puede más que provocarnos una sonrisa algo amarga.

Ideas en obras de Herbert Marcuse(Vídeo)


Obra de Herbert Marcuse en PDFs descargables: 



HERBERT MARCUSE

El hombre unidimensional
Ensayo sobre la ideología 
de la sociedad industrial avanzada
Capítulo 6.
Del pensamiento negativo al positivo:
La racionalidad tecnológica y la lógica de la dominación


En la realidad social, a pesar de todos los cambios, la dominación del hombre por el hombre es todavía la continuidad histórica que vincula la Razón pre-tecnológica con la tecnológica. Sin embargo, la sociedad que proyecta y realiza la transformación tecnológica de la naturaleza, altera la base de la dominación, reemplazando gradualmente la dependencia personal (del esclavo con su dueño, el siervo con el señor de la hacienda, el señor con el donador del feudo, etc.) por la dependencia al «orden objetivo de las cosas» (las leyes económicas, los mercados, etc.). Desde luego, el «orden objetivo de las cosas» es en sí mismo resultado de la dominación, pero también es cierto que la dominación genera ahora una racionalidad más alta: la de una sociedad que sostiene su estructura jerárquica mientras explota cada vez más eficazmente los recursos mentales y naturales y distribuye los beneficios de la explotación en una escala cada vez más amplia. Los límites de esta racionalidad, y su siniestra fuerza, aparecen en la progresiva esclavitud del hombre por parte de un aparato productivo que perpetúa la lucha por la existencia y la extiende a una lucha internacional total que arruina las vidas de aquellos que construyen y usan este aparato.
En este punto, se hace claro que algo debe estar mal en la racionalidad del sistema mismo. Lo que está mal es la forma en que los hombres han organizado su trabajo social. Esto ya no está en duda en los tiempos actuales cuando, por un lado, los mismos grandes empresarios están dispuestos a sacrificar las ventajas de la empresa privada y la «libre» competencia a las ventajas de los pedidos y los reglamentos del gobierno, mientras, por otro lado, la construcción socialista sigue procediendo mediante la dominación progresiva. Sin embargo, la cuestión no puede quedarse en ese punto. La organización equivocada de la sociedad exige una explicación más amplia en vista de la situación de la  sociedad  industrial  avanzada,  en  la  que  la  integración  de  las  fuerzas  sociales  anteriormente negativas y trascendentes con el sistema establecido parece crear una nueva estructura social.
Esta transformación de la oposición negativa en positiva señala el problema: la organización «equivocada», al convertirse en totalitaria en sus bases internas, rechaza las alternativas. Por supuesto, es bastante natural, y no parece exigir una explicación profunda, el que los beneficios tangibles del sistema sean considerados dignos de defenderse; especialmente a la vista de la fuerza contraria del comunismo actual que parece ser la alternativa histórica. Pero sólo es natural para una forma de pensamiento y de conducta que no desea y quizás es incapaz de comprender lo que está pasando y por qué está pasando, una forma de pensamiento y conducta que es inmune a cualquier orden que no sea la racionalidad establecida. En el grado en que corresponden a la realidad dada, el pensamiento y la conducta expresan una falsa conciencia, respondiendo y contribuyendo a la preservación de un falso orden  dé  hechos.  Y  esta  falsa  conciencia  ha  llegado  a  estar  incorporada  en  el  aparato  técnico dominante que a su vez la reproduce.
Vivimos y morimos racional y productivamente. Sabemos que la destrucción es el precio del progreso, como la muerte es el precio de la vida, que la renuncia y el esfuerzo son los prerrequisitos para la gratificación y el placer, que los negocios deben ir adelante y que las alternativas son utópicas. Esta ideología pertenece al aparato social establecido; es un requisito para su continuo funcionamiento y es parte de su racionalidad.
Sin embargo, el aparato frustra su propio propósito, porque su propósito es crear una existencia humana sobre la base de una naturaleza humanizada. Y si éste no es su propósito, su racionalidad es
todavía más sospechosa. Pero también es más lógico porque, desde el principio, lo negativo está en lo positivo, lo inhumano en la humanización, la esclavitud en la liberación. Esta dinámica es la de la realidad y no la de la mente, pero es la de una realidad en la que la mente cienfica tiene una parte decisiva en la tarea de reunir la razón teórica y la práctica.
La sociedad se reproduce a sí misma en un creciente ordenamiento técnico de cosas y relaciones que incluyen la utilización técnica del hombre; en otras palabras, la lucha por la existencia y la explotación del hombre y la naturaleza llegan a ser incluso más cienficas y racionales. El doble significado de «racionalización» es relevante en este contexto. La gestión cienfica y la división cienfica del trabajo aumentan ampliamente la productividad de la empresa económica, política y cultura. El resultado es un más alto nivel de vida. Al mismo tiempo, y sobre las mismas bases, esta empresa racional produce un modelo de mentalidad y conducta que justifica y absuelve incluso los aspectos más destructivos y opresivos de la empresa. La racionalidad técnica y cienfica y la manipulación están soldadas en nuevas formas de control social. ¿Puede uno descansar tranquilo asumiendo que este resultado anticientífico es el producto de una aplicación social específica de la ciencia? Yo creo que la dirección general en la que llegó a ser aplicado era inherente en la ciencia pura, incluso cuando no se buscaba ningún propósito práctico, y que puede identificarse el punto en el que la razón teórica se convierte en práctica social. Con este objeto, recordaré brevemente los orígenes metodológicos de la nueva racionalidad, contrastándola con los aspectos del modelo pretecnológico discutido en el capítulo anterior.
La cuantificación de la naturaleza, que llevó a su explicación en términos de estructuras matemáticas, separó a la realidad de todos sus fines inherentes y, consecuentemente, separó lo verdadero de lo bueno, la ciencia de la ética. No importa mo pueda definir ahora la ciencia la objetividad de la naturaleza y la interrelación entre sus partes; no puede concebirlas cienficamente en términos de «causas finales». Y aparte de lo constitutivo que pueda ser el papel del sujeto como punto de observación, lculo y medida, este sujeto no puede jugar su papel cienfico como agente ético, estético o político. La tensión entre la Razón por un lado y las necesidades y deseos de la población (que ha sido el objeto, pero raramente el sujeto de la Razón) por el otro, ha existido desde el principio del pensamiento filosófico y cienfico. La «naturaleza de las cosas», incluyendo la de la sociedad, fue definida  para  justificar  la  represión  inclusla  supresión  como  perfectamente  racionales.  El verdadero conocimiento y la razón requieren la dominación sobre si no la liberación de— los sentidos. La unión de Logos y Eros lleva ya en Platón a la supremacía de Logos; en Aristóteles, la relación entre el dios y el mundo movido por él es «erótica» sólo en términos de analogía. Entonces el precario nexo ontológico entre Logos y Eros se rompe y la racionalidad cienfica aparece como esencialmente neutral. Aquello por lo que la naturaleza (incluyendo al hombre) debe estar luchando es cienficamente racional sólo en términos de las leyes generales del movimiento: físico, químico o biológico.
Fuera de esta racionalidad, se vive en un mundo de valores y los valores separados de la realidad objetiva se hacen subjetivos. La única manera de rescatar alguna validez abstracta e inofensiva para ellos parece ser una sanción metafísica (la ley divina y natural). Pero tal sanción no es verificable y por tanto no es realmente objetiva. Los valores pueden tener una dignidad más alta (moral y espiritualmente), pero no son reales y así cuentan menos en el negocio real de la vida —cada vez menos, cuanto más alto son elevados por encima de la realidad.
La misma pérdida de realidad afecta a todas las ideas que, por su misma naturaleza, no pueden ser verificadas mediante un método cienfico. Aun cuando sean reconocidas, respetadas y santificadas, en su propio derecho, se resienten de no ser objetivas. Pero precisamente su falta de objetividad las convierte en factores de la cohesión social. Las ideas humanitarias, religiosas y morales sólo son «ideales»; no perturban indebidamente la forma de vida establecida y no son invalidadas por el hecho de que las contradiga la conducta dictada por las necesidades diarias de los negocios y la política.
Si lo bueno y lo bello, la paz y la justicia no pueden deducirse de condiciones ontológicas o cienfico-racionales, no pueden pretender lógicamente validez y realización universales. En términos de la razón cienfica, permanecen como asuntos de preferencia y ninguna resurrección de algún tipo de filosofía aristotélica o tomista puede salvar la situación, porque es refutada a priori por la razón cienfica. El carácter «acientífico» de estas ideas debilita fatalmente la oposición a la realidad establecida; las ideas se convierten en meros ideales y su contenido crítico y concreto se evapora en la atmósfera ética o metafísica.
Sin embargo, paradójicamente, el mundo objetivo, al que se ha dejado equipado sólo con cualidades cuantificables, llega a ser cada vez más dependiente del sujeto para su objetividad. Este largo proceso empieza con la algebrización de la geometría, que reemplaza las figuras geométricas «visibles» con puras operaciones mentales. Encuentra su forma extrema en alguna concepción de la filosofía cienfica contemporánea, de acuerdo con la cual toda la materia de la ciencia física tiende a disolverse en relaciones lógicas o matemáticas. La misma noción de una sustancia objetiva, dispuesta contra el sujeto, parece desintegrarse. Desde muy diferentes direcciones, los cienficos y los filósofos de la ciencia llegan a hitesis similares sobre la exclusión de géneros particulares de entidades.
Por ejemplo, la física «no mide las cualidades objetivas del mundo exterior y material... éstos son sólo los resultados obtenidos por la realización de tales operaciones».119  Los objetos permanecen sólo como «intermediarios convenientes», como «postulados culturales»120  anticuados. La densidad y la opacidad de las cosas se evapora: el mundo objetivo pierde su carácter «objetabl, su oposición al sujeto. Más allá de su interpretación en términos de metafísica pitagórico-platónica, la Naturaleza matematizada, la realidad cienfica aparece como una realidad de ideas.
Éstas son afirmaciones extremas, siendo rechazadas por interpretaciones más conservadoras, que insisten en que las proposiciones en la física contemporánea todavía se refieren a «cosas físicas».121
Pero las cosas físicas resultan ser «acontecimientos físicos» y entonces las proposiciones se refieren a (y se refieren sólo a) atributos y relaciones que caracterizan varios tipos de cosas y procesos físicos.122
Max Born declara:
...la teoa de la relatividad... nunca ha abandonado todos los intentos de asignarle propiedades a la materia... [Pero] a menudo una cantidad medible no es una propiedad de una cosa, sino una propiedad de su relación con otras cosas... La mayor parte de las medidas en física no están directamente preocupadas con las cosas que nos interesan, sino con alguna clase de proyección, el mundo tomado en el sentido más amplio posible.123
Y W. Heisenberg:
Lo que nosotros establecemos matemáticamente es un «hecho objetivo» sólo en una pequeña parte, la mayor parte es un examen de posibilidades.124
Ahora, los «acontecimientos», «relaciones», «proyecciones», «posibilidades» pueden ser significativamente objetivos sólo para un sujeto: no sólo en términos de observación y medida, sino en términos de la misma estructura del suceso o la relación. En otras palabras, el sujeto tratado aquí es un sujeto constitutivo; esto es, un sujeto posible para el que algún data debe ser o puede ser concebible como suceso o relación. Si éste es el caso, la declaración de Reichenbach será verdadera todavía: las proposiciones en física pueden formularse sin referencias a un observador real, y las «perturbaciones por medio de la observación» se deben no al observador humano, sino al instrumento como «cosa física».125
Seguramente podemos asumir que las ecuaciones establecidas por la física matemática expresan (formulan)  la  constelación  real  de  los  átomos,  esto  esla  estructura  objetiva  de  lmateria.  Sin referencia a un sujeto «exterior» que observa y que mide, A puede «inclui a B, «preceder» a B, «resultar» B; B puede estar «entre» C, ser «mayor que» C, etc.... seguiría siendo verdad que estas relaciones implican localización, distinción e identidad en la diferencia de A, B, C. Así, implican la capacidad de ser idénticos en la diferencia, de estar relacionados con... de una manera específica, de ser resistentes a otras relaciones, etc. lo que esta capacidad existi en la materia misma y entonces la materia misma existi objetivamente en la estructura de la mente; interpretación que contiene un fuerte elemento idealista :
...los objetos inanimados, sin duda, sin error, simplemente por su existencia, integran las ecuaciones de las cuales no saben nada. Subjetivamente, la naturaleza no es mental: no piensa en términos matemáticos. Pero objetivamente, la naturaleza es mental: puede ser pensada en términos matemáticos.126
Karl Popper,127  quien sostiene que, en su desarrollo histórico, la ciencia física descubre y define diferentes estratos de la misma realidad objetiva, nos ofrece una interpretación menos idealista. En este proceso, los conceptos superados históricamente son eliminados y su cometido es ser integrados en los sucesivos; una interpretación que parece implicar un progreso hacia el centro de la realidad, o sea, la verdad absoluta. A no ser que la realidad resulte ser una cebolla sin centro y el mismo concepto de verdad cienfica peligre.
No quiero sugerir que la filosofía de la física contemporánea niegue o incluso ponga en duda la realidad del mundo externo sino que, de una manera u otra, suspende el juicio sobre lo que pueda ser la realidad misma o considera la pregunta incontestable. Convertida en un principio metodológico, esta suspensión tiene una doble consecuencia: a) fortalece el cambio del acento teórico desde el metafísico «Qué es...?» (τί εστίν) al funcional «Cómo...?» y b) establece una certeza práctica (aunque de ningún modo absoluta) que, en sus operaciones con la materia, está libre con buena conciencia del compromiso con cualquier sustancia fuera del contexto operacional. En otras palabras, teóricamente, la transformación del hombre y la naturaleza no tiene otros límites objetivos que aquellos que ofrece la facticidad bruta de la materia, su resistencia todavía no domada al conocimiento y al control. De acuerdo con el grado en que esta concepción se hace aplicable y efectiva en la realidad, ésta es abordada como un sistema (hipotético) de instrumentación; el término metafísico «siendo como es», cede ante el «siendo instrument. Es más, probada su efectividad, esta concepción obra como un a priori: predetermina la experiencia, proyecta la dirección de la transformación de la naturaleza, organiza la totalidad.
Acabamos de ver que la filosofía contemporánea de la ciencia parece estar luchando con un elemento idealista y, en sus formulaciones extremas, se mueve peligrosamente cerca de un concepto idealista de la naturaleza. Sin embargo, la nueva forma de pensamiento pone de nuevo al «idealismsobre sus pies». Hegel compendió la ontología idealista: si la razón es el común denominador del objeto y el sujeto, lo es como síntesis de los opuestos. Con esta idea, la ontología abarcó la tensión entre objeto y sujeto; fue saturada de concreción. La realidad de la razón era el juego de esta tensión en la naturaleza, la historia y la filosofía. Así, incluso el sistema más monístico mantenía la idea de una sustancia que se desenvuelve a sí misma en sujeto y objeto: la idea de una realidad antagónica. El espíritu cienfico ha debilitado cada vez más este antagonismo. La filosofía cienfica moderna puede empezar muy bien con la noción de dos sustancias, res cogitans y res extensa; pero conforme la materia extensa se hace comprensible en ecuaciones matemáticas que, traducidas, a la tecnología, «rehacen» esta materia, la res extensa pierde su carácter como sustancia independiente.
La antigua división del mundo en procesos objetivos en el espacio y el tiempo, y en la mente en la que estos procesos se reflejan —en otras palabras, la diferencia cartesiana entre res cogitans y res extensa—, ya no es un punto de partida adecuado para nuestra comprensión de la ciencia moderna.128
La división cartesiana del mundo ha sido puesta en cuestión también en su propio terreno. Husserl señaló que el Ego cartesiano, en último término, no era realmente una sustancia independiente sino más bien el «residuo» o límite de cuantificación; parece ser que la idea del mundo de Galileo como res extensa «universal o absolutamente pura» dominaba a priori la concepción cartesiana.129  En tal caso, el dualismo cartesiano sería engañoso y el ego-sustancia pensante de Descartes, igual a la res extensa,  anticipando  el sujeto cienfico  de observación  y medida  cuantificablesEl dualismo  de Descartes implicaría ya su negación; aclararía antes que cerraría el camino hacia el establecimiento de un universo cienfico unidimensional en el que la naturaleza es «objetivamente de la ment, o sea, del sujeto. Y este sujeto está relacionado con su mundo de una manera muy especial:
...la naturaleza es puesta bajo el signo del hombre activo, del hombre que inscribe la técnica en la naturaleza.130
La ciencia de la naturaleza se desarrollo bajo el a priori tecnológico que proyecta a la naturaleza como un instrumento potencial, un equipo de control y organización. Y la aprehensión de la naturaleza como instrumento (hipotético) precede al desarrollo de toda organización técnica particular:
El hombre moderno toma la totalidad del ser como materia prima para la producción y somete la totalidad del mundo-objeto a la marcha y el orden de la producción (Herstellen). ...el uso de la maquinaria y la producción de maquinaria no es la técnica en sí misma, sino tan sólo un instrumento adecuado para la realización (Einrichtung) de la esencia de la técnica en su materia prima objetiva.131
El a priori tecnológico es un a priori político, en la medida en que la transformación de la naturaleza implica la del hombre y que las creaciones del hombre salen de y vuelven a entrar en un conjunto social. Cabe insistir todavía en que la maquinaria del universo tecnológico es «como tal» indiferente  los  fines  políticos;  puede  revolucionar  o retrasar una  sociedad.  Un  computador electnico puede servir igualmente a una administración capitalista o socialista; un ciclotrón puede ser una herramienta igualmente eficaz para un partido de la paz como para uno de la guerra. Esta neutralidad es refutada por Marx en la polémica afirmación de que el «molino de brazo da la sociedad con el señor feudal; el molino de vapor, la sociedad con el capitalista industrial».132 Y esta declaración es modificada más  aún en la misma teoría marxiana: el modo social de producción y no la técnica es el factor histórico sico. Sin embargo, cuando la técnica llega a ser la forma universal de la producción material, circunscribe toda una cultura, proyecta una totalidad histórica: un «mundo».
¿Podemos decir que la evolución del método cienfico «reflej meramente la transformación de la realidad natural en realidad técnica dentro del proceso de la civilización industrial?  Formular la relación entre técnica y sociedad de esta manera es asumir dos campos y acontecimientos separados que se encuentran, a saber: 1) la ciencia y el pensamiento cienfico, con sus conceptos internos y su verdad interna, y 2) el empleo y aplicación de la ciencia en la realidad social. En otras palabras, no importa cuán cercana pueda ser la conexión entre los dos desarrollos, ellos no se implican ni se definen entre sí. La ciencia pura no es ciencia aplicada; conserva su identidad y su validez aparte de su utilización. Más aún, esta noción de la neutralidad esencial de la ciencia se extiende también a la técnica. La máquina es indiferente a los usos sociales que se hagan de ella, en tanto esos usos estén dentro de sus capacidades técnicas.
Ante el carácter interno instrumentalista del método cienfico, esta interpretación parece inadecuada. Una relación más íntima parece prevalecer entre el pensamiento cienfico y su aplicación, entre el universo del discurso cienfico y el del discurso y la conducta ordinarios; una relación en la que ambos se mueven bajo la misma lógica y racionalidad de la dominación.
En un desarrollo paradójico, los esfuerzos cienficos para establecer la rígida objetividad de la naturaleza conducen a una desmaterialización cada vez mayor de la naturaleza:
La idea de una naturaleza infinita que existe como tal, esta idea que tenemos que desechar, es el mito de la ciencia moderna. La ciencia ha empezado destruyendo el mito de la Edad Media. Y ahora la ciencia se ve forzada por su propia consistencia a comprender que meramente ha levantado otro mito en su lugar.133
El proceso, que empieza con la eliminación de sustancias independientes y causas finales, llega a la idealización de la objetividad. Pero es una idealización muy específica, en la que el objeto se constituye a sí mismo en una relación bastante práctica con el sujeto:
¿Y qué es la materia? En la física atómica, la materia se define por sus posibles reacciones a experimentos humanos y por las leyes matemáticas esto es, intelectuales— que obedece. Definimos la materia como un posible objeto de la manipulación del hombre.134
Y si éste es el caso, la ciencia ha llegado a ser en sí misma tecnológica:
La ciencia pragmática tiene la visión de la naturaleza que corresponde a la edad técnica.135
En el grado en el que este operacionalismo llega a ser el centro de la empresa cienfica, la racionalidad asume la forma de la construcción metódica; organización y tratamiento de la materia como el simple material de control, como instrumentalidad que se lleva a sí misma a todos los propósitos y fines: instrumentalidad per se, en «sí misma».
La actitud «correct hacia la instrumentalidad es el tratamiento técnico, el logos correcto es tecnología, que proyecta y responde a una realidad tecnológica.136  En esta realidad, tanto la materia como la ciencia es neutral; la objetividad no tiene ni un telos en sí misma ni está estructurada hacia un telos. Pero es precisamente su carácter neutral el que relaciona la objetividad a un sujeto histórico específico; o sea, a la conciencia que prevalece en la sociedad para la que y en la que esta neutralidad es establecida. Opera con las mismas abstracciones que constituyen la nueva racionalidad: más como factor interno que como externo. El operacionalismo puro y aplicado, la razón práctica y teórica, la empresa cienfica y la de negocios ejecutan la reducción de las cualidades secundarias a primarias, la cuantificación y abstracción a partir de los «tipos particulares de entidades».
Sin duda, la racionalidad de la ciencia pura está libre de valores y no estipula ningún fin práctico, es «neutral» a cualesquiera valores extraños que puedan imponerse sobre ella. Pero esta neutralidad es un   carácter   positivo.   La   racionalidad   cienfica   requiere   una   organización   social   específica precisamente porque proyecta meras formas (o mera materia: en este terreno, los términos de otra manera opuestos, convergen) que pueden llevarse a fines prácticos. La formulación y la funcionalización son, antes que toda aplicación, la «forma pura» de una práctica social concreta. Mientras la ciencia liberaba los fines naturales de los inherentes y despojaba la materia de todas las cualidades que no sean cuantificables, la sociedad liberaba a los hombres de la jerarquía «natural» de la dependencia personal y los relacionaba entre sí de acuerdo con cualidades cuantificables; o sea, como unidades de tiempo. «Gracias a la racionalización de las formas de trabajo, la eliminación de las cualidades es transferida del universo de la ciencia al de la experiencia diaria.»137
Entre los dos procesos de cuantificación cienfica y social, ¿hay paralelismo y causación, o su conexión es simplemente obra de una constatación sociológica tardía? La discusión anterior propuso que la nueva racionalidad cienfica era en sí misma, en su misma abstracción y pureza, operacional en tanto que se desarrollaba bajo un horizonte instrumentalista. La observación y el experimento, la organización metodológica de los datos, las proposiciones y conclusiones nunca se realizan en un espacio sin estructura, neutral, teórico. El proyecto de conocimiento implica operaciones con objetos o abstracciones de objetos que existen en un universo dado del discurso y de la acción. La ciencia observa, calcula y teoriza desde una posición en ese universo. Las estrellas que observaba Galileo eran las mismas en la antigüedad clásica, pero el diferente universo de discurso y de acción —en una palabra, la diferente realidad social abrió la nueva dirección y amplitud de la observación y las posibilidades de ordenar los datos observados. No estoy tratando aquí la relación histórica entre la racionalidad cienfica y la social en los comienzos de la época moderna. Mi propósito es demostrar el carácter interno instrumentalista de esta racionalidad cienfica gracias al cual es una tecnología a priori, y el a priori de una tecnología específica; esto es, una tecnología como forma de control social y de dominación.
El pensamiento cienfico moderno, en tanto que es puro, no proyecta metas prácticas particulares ni formas particulares de dominación. Sin embargo, no existe tal cosa como la dominación per se. Conforme la teoría procede, se abstrae de o rechaza, un contexto factual ideológico: el del universo dado y concreto del discurso y la acción. Es dentro de este universo donde el proyecto cienfico se realiza o no se realiza, donde la teoría concibe o no concibe las alternativas posibles, donde sus hitesis subvierten o difunden la realidad preestablecida.
Los principios de la ciencia moderna fueron estructurados a priori de tal modo que pueden servir como instrumentos conceptuales para un universo de control productivo autoexpansivo; el operacionalismo teórico llegó a corresponder con el operacionalismo práctico. El método cienfico que lleva a la dominación cada vez más efectiva de la naturaleza llega a proveer así los conceptos puros tanto como los instrumentos para la dominación cada vez más efectiva del hombre por el hombre a través de la dominación de la naturaleza. La razón teórica, permaneciendo pura y neutral, entra al servicio de la razón práctica. La unión resulta benéfica para ambas. Hoy, la dominación se perpetúa y se difunde no sólo por medio de la tecnología sino como tecnología, y la última provee la gran legitimación del poder político en expansión, que absorbe todas las esferas de la cultura.
En este universo, la tecnología también provee la gran racionalización para la falta de libertad del hombre y demuestra la imposibilidad «técnic de ser autónomo, de determinar la propia vida. Porque esta falta de libertad no aparece ni como irracional ni como política, sino más bien como una sumisión al aparato técnico que aumenta las comodidades de la vida y aumenta la productividad del trabajo. La racionalidad tecnológica protege así, antes que niega, la legitimidad de la dominación y el horizonte instrumentalista de la razón se abre a una sociedad racionalmente totalitaria:
Se poda llamar filosoa autocrática de las técnicas a aquella que toma el conjunto técnico como un lugar en el que las máquinas son usadas para alcanzar el poder. La máquina es sólo un medio;  el  fin  es  la  conquista  de  la  naturaleza,  la  domesticación  de  las  fuerzas  naturales mediante un primer avasallamiento: la máquina es un esclavo que sirve para hacer otros esclavos.  Una  inspiración  dominante  y  esclavista  puede  encontrarse  paralelamente  la búsqueda de libertad para el hombre. Pero es difícil liberarse trasfiriendo la esclavitud a otros seres, hombres, animales o máquinas; reinar sobre una población de máquinas que someten a todo el mundo es todavía reinar, y todo reino implica la aceptación de esquemas de servidumbre.138´
La incesante dimica del progreso técnico ha llegado a estar impregnada de contenido político, y el Logos de las técnicas ha sido convertido en un Logos de continua servidumbre. La fuerza liberadora de la tecnología la instrumentalización de las cosas se convierte en un encadenamiento de la liberación; la instrumentalización del hombre.
Esta interpretación ligaría el proyecto cienfico (método y teoría), anterior a toda aplicación y utilización, a un proyecto social específico, y vería el nexo precisamente en la forma interior de la racionalidad  cienfica,  esto  es,  en  el  carácter  funcional  de  sus  conceptos.  En  otras  palabras,  el universo cienfico (es decir, no las proposiciones específicas sobre la estructura de la materia, la energía, etc., sino la proyección de la naturaleza como materia cuantificable, guiando el tratamiento hipotético hacia la objetividad y su expresión lógico-matemática) sería el horizonte de una práctica social concreta que se preservaría en el desarrollo del proyecto cienfico.
Pero, incluso aceptando el instrumentalismo interno de la racionalidad cienfica, esta asunción no establecería todavía la validez sociológica del proyecto cienfico. Concediendo que la formación de los conceptos cienficos más abstractos todavía mantiene la interrelación entre sujeto y objeto en un universo dado del discurso y la acción, el nexo entre la razón teórica y la práctica puede ser entendido en formas muy diferentes.
Esta interpretación diferente es ofrecida por Jean Piaget en su «epistemología genética». Piaget interpreta la formación de conceptos cienficos en términos de diferentes abstracciones de una interrelación general entre sujeto y objeto. La abstracción no procede ni del mero objeto, de tal modo que el sujeto funcione sólo como el punto neutral de observación y medida, ni del sujeto como vehículo de la pura razón cognoscitiva. Piaget hace una distinción entre el proceso de conocimiento en matemáticas y en física. El primero es abstracción «en el interior de la acción en cuanto tal».
Contrariamente a lo que se dice a menudo, los entes matemáticos no son el resultado de una abstracción a partir de los objetos, sino más bien de una acción efectuada en el seno de las acciones como tales. Reunir, ordenar, mover, etc., son acciones más generales que pensar, empujar, etc., porque se refieren a la coordinación misma de todas las acciones particulares y entran en cada una de ellas como factor coordinador.139
Las proposiciones matemáticas expresan así una «adecuación general al objeto», en contraste con las adaptaciones particulares que son características de las proposiciones verdaderas en física. La lógica y la lógica matemática son una acción sobre un objeto cualquiera, es decir, una «acción adecuada de forma general»,140 y esta «acción» es de validez general en tanto que esta abstracción o diferenciación se extiende hasta el mismcentro de las coordinaciones hereditarias, porque los mecanismos coordinadores de la acción siempre se refieren, en sus ogenes, a coordinaciones reflejas e institutivas141
En física, la abstracción procede del objeto pero esto se debe a acciones específicas por parte del sujeto, así la abstracción asume necesariamente una forma lógico-matemática porque, las acciones particulares dan lugar al conocimiento sólo si están coordinadas entre ellas y si esta coordinación es, por su propia naturaleza, lógico-matemática.142
La abstracción en física remite necesariamente a la abstracción lógico-matemática y la última es, como pura coordinación, la forma general de la acción: ola acción como tal» («l'action comme telle»). Y esta coordinación constituye la objetividad porque conserva estructuras hereditarias, «reflexivas e instintivas».
La interpretación de Piaget reconoce el carácter práctico interno de la razón teórica, pero lo deduce de una estructura general de acción que, en última análisis, es una estructura hereditaria, biológica. El método cienfico descansaría finalmente en una fundación biológica que es supra —(o más bien infra—) histórica. Es más, si se concede que todo conocimiento cienfico presupone la coordinación de acciones particulares, no veo por qué tal coordinación es, «por su misma naturaleza» lógico-matemática, a no ser que las «acciones particulares» sean las operaciones cienficas de la física moderna, en cuyo caso la interpretación sería circular.
En contraste, con el análisis más bien psicológico y biológico de Piaget, Husserl ha ofrecido una epistemología genética que está centrada en la estructura socio-histórica de la razón cienfica. Me referi aquí a la obra de Husser143 sólo en tanto que acentúa el grado en que la ciencia moderna es la «metodologí de una realidad histórica dada, dentro de cuyo universo se mueve.
Husserl  comienza  por  afirmar  que  la  matematización  del  universo  llevó  a  un  conocimiento práctico lido: en la construcción de una realidad «ideal» que podía ser «correlacionada» efectivamente con la realidad empírica (pág. 19; 42). Pero el logro cienfico llevaba de rechazo a una práctica precientífica que constituía la base original (el Sinnesfundament) de la ciencia galileana. Esta base precienfica de la ciencia en el mundo de la práctica (Lebenswelt), que determina la estructura teórica, no había sido puesta en duda por Galileo; es más, fue disimulado (verdeckt) por el desarrollo posterior de la ciencia. El resultado fue la ilusión de que la matematización de la naturaleza creaba una «verdad absoluta autónoma» (eigenständige) (págs 49 s), cuando en realidad, permanecía como un método y una técnica específicos para  la  Lebenswelt.  El velo ideal (Ideenkleid)  de la ciencia matemática es así un velo de símbolos que representan y al mismo tiempo enmascaran (vertritt y verkleidet) el mundo de la práctica (pág. 52).
¿Cuál es el intento y contenido precienfico original que se preserva en la estructura conceptual de la ciencia? La medida en la práctica descubre la posibilidad de utilizar ciertas fórmulas, configuraciones y relaciones sicas, que están universalmente «disponibles como siempre iguales, para determinar y calcular exactamente objetos y relaciones empíricas» (pág. 25). A través de toda abstracción y generalización, el método cienfico conserva (y enmascara) su estructura técnica precientífica; el desarrollo de la primera representa (y enmascara) el desarrollo de la segunda. Así, la geometría clásica «idealiza» la práctica de acotar y medir la tierra (Feldmesskunsi). La geometría es la teoría de la objetificación práctica.
Sin duda, el álgebra y la lógica matemática construyen una realidad ideal absoluta, libre de las incalculables incertidumbres y particularidades de la Lebenswelt y de los sujetos que la viven. Sin embargo, esta construcción ideal es la teoría y la técnica de «idealizar» la nueva Lebenswelt:
En la práctica matemática alcanzamos lo que nos es negado en la práctica empírica; esto es, la exactitud. Porque es posible determinar las formas ideales en términos de identidad absoluta... Como tales, se hacen universalmente alcanzables y disponibles... (pág. 24).
La coordinación (Zuordnung) de lo ideal con el mundo empírico nos permite «proyectar las regularidades anticipadas de la Lebenswelt práctica»:
Una vez que se poseen las fórmulas, se posee la visión anticipada que se desea en la práctica. la visión anticipada de aquello que se espera en la experiencia de la vida concreta (pág. 43).
Husserl  subraya  las  connotaciones  técnicas  precientíficas  de  la  exactitud  y  la fungibilidad matemática. Estas nociones centrales de la ciencia moderna salen a la superficie no como meros subproductos de la ciencia pura, sino como pertenecientes a su estructura conceptual interna. La abstracción científica de lo concreto, la cuantificación de las cualidades, que da exactitud tanto como validez  universal,  envuelven  una  experiencia  concreta  específica  de  la  Lebenswelt:  un  modo específico de «ver» el mundo. Y este «ver» a pesar de su «puro», desinteresado carácter, es ver sin un determinado  contexto  práctico.  Es  anticipar  (Voraussehen)  y  proyectar  (Vorhaben).  La  ciencia galileana es la ciencia de la anticipación y proyección metódica y sistemática. Pero —y esto es decisivo— de una anticipación y proyección específicas, o sea, aquella que experimenta, abarca y configura el mundo en términos de relaciones calculables, predecibles, entre unidades exactamente identificables. En este proyecto, la cuantificación universal es un prerrequisito para la dominación de la naturaleza. Las cualidades individuales no cuantificables se levantan en el camino de una organización de los hombres y las cosas de acuerdo con el poder medible que debe ser extraído de ellas. Pero es un proyecto sociohistórico específico, y la conciencia que asume este proyecto es el sujeto oculto de la ciencia galileana; la última es la técnica, el arte de la anticipación extendida hasta el infinito (ins Unendliche erweiterte Voraussicht: pág. 51).
Pero precisamente porque la ciencia galileana es, en la formación de sus conceptos, la técnica de una Lebenswelt específica, no trasciende y no puede trascender esta Lebenswelt. Permanece esencialmente dentro del marco experimental sico y dentro del universo de fines establecido por su realidad.  Según  la  formulación  de  Husserl,  en  la  ciencia  galileana  el  «universo  concreto  de  la causalidad se convierte en matemáticas aplicadas» (página 112); pero el mundo de percepción y experiencia, en el que vivimos toda nuestra vida práctica, permanece como lo que es, en su estructura esencial inalterado en su propia y concreta causalidad... (pág. 51, cursivas mías).
Una declaración sugestiva, que se corre el riesgo de minimizar, y sobre la que me tomo la libertad de hacer una posible interpretación. La declaración no se refiere simplemente al hecho de que, a pesar de la geometría no euclidiana, nosotros percibimos y actuamos todavía en un espacio tridimensional; o que, a pesar del concepto «estadístico» de causalidad, todavía actuamos, con sentido común, de acuerdo con las «antiguas» leyes de causalidad. Ni tampoco contradice la declaración los perpetuos cambios en el mundo de la práctica diaria como resultado de las «matemáticas aplicadas». Lo que está en juego es mucho más: el límite inherente de la ciencia y el método cienfico establecido gracias al cual ellos extienden, racionalizan y aseguran la Lebenswelt prevaleciente sin alterar su estructura esencial; esto es, sin plantear un modo cualitativamente nuevo de «ver» y sin plantear relaciones cualitativamente nuevas entre los hombres y entre el hombre y la naturaleza.
Con respecto a las formas de vida institucionalizadas, la ciencia (tanto la pura como la aplicada) tendría así una función estabilizadora, estática, conservadora. Incluso sus logros más revolucionarios serían sólo una construcción y destrucción de acuerdo con una experiencia y organización específica de la realidad. La continua autocorrección de la ciencia la revolución de sus hitesis que es construida dentro de sus métodos propaga y extiende en sí propia el mismo universo histórico, la misma experiencia sica. Conserva el mismo a priori formal, que lucha por un contenido práctico muy material. Lejos de minimizar el cambio fundamental que ocurrió con el establecimiento de la ciencia galileana, la interpretación de Husserl señala el rompimiento radical con la tradición pre- galileana; el universo instrumentalista del pensamiento era en realidad un nuevo horizonte. Creó un nuevo  mundo  de  razón  teórica  y  práctica,  pero  ha  permanecido  comprometido  con  un  mundo específico que tiene sus límites evidentes; en teoría tanto como en la práctica, en sus métodos puros tanto como en los aplicados.
La discusión precedente parece sugerir, no sólo las limitaciones interiores y los prejuicios del método cienfico, sino también su subjetividad histórica. Más aún, parece implicar la necesidad de una especie de «física cualitativa», de un renacimiento de filosofías teleológicas, etc. Admito que esta suspicacia está justificada, pero en este punto, sólo puedo afirmar que no se pretende llegar a tales ideas oscurantistas.144
De cualquier forma que se definan la verdad y la objetividad, ambas permanecen relacionadas con los agentes humanos de la teoría y la práctica, y con su capacidad para comprender y cambiar el mundo. A su vez, esta capacidad depende del grado en el que la materia (cualquiera que sea) es organizada y comprendida como aquello que es ella misma en todas las formas particulares. En estos términos, la ciencia contemporánea tiene una validez objetiva inmensamente mayor que sus predecesoras. Incluso se puede agregar que hoy el método cienfico es el único que puede pedir para sí tal validez; la acción recíproca de hitesis y hechos observados. El punto al que estoy tratando de llegar es que la ciencia, gracias a su propio método y sus conceptos, ha proyectado y promovido un universo en el que la dominación de la naturaleza ha permanecido ligada a la dominación del hombre: un lazo que tiende a ser fatal para el universo como totalidad. La naturaleza, comprendida y dominada cienficamente, reaparece en el aparato técnico de producción y destrucción que sos- tiene y mejora la vida de los individuos al tiempo que los subordina a los dueños del aparato. Así, la jerarquía racional se mezcla con la social. Si éste es el caso, el cambio en la dirección del progreso, que puede cortar este lazo fatal, afectará también la misma estructura de la ciencia: el proyecto cienfico. Sus hitesis, sin perder su carácter racional, se desarrollarán en un contexto experimental esencialmente diferente (el de un mundo pacificado); consecuentemente, la ciencia llegaría a conceptos esencialmente diferentes sobre la naturaleza y establecería hechos esencialmente diferentes. La sociedad racional subvierte la idea de Razón.
Ya he señalado que los elementos de esta subversión, las nociones de otra racionalidad, estaban presentes en la historia del pensamiento desde sus principios. La antigua idea de un estado donde el ser alcanza la realización, donde la tensión entre «es» y «debe» se resuelve en él ciclo del eterno retorno, se separa de la metafísica de la dominación. Y también pertenece a la metafísica de la liberación: a la reconciliación de Logos y Eros. Esta idea encierra el llegar a descansar de la productividad depresiva de la Razón, el fin de la dominación en la gratificación.
Las dos racionalidades en contraste no pueden ser correlacionadas con el pensamiento clásico y el moderno respectivamente, como en la formulación de John Dewey, «del gozo contemplativo a la manipulación y el control activos»; y «del conocimiento como un goce estético de las propiedades de la naturaleza... al conocimiento como un medio de control secular».145  El pensamiento clásico estaba suficientemente comprometido con la lógica del control secular y hay un componente de acusación y rechazo en el pensamiento moderno suficiente para invalidar la formulación de John Dewey. La Razón, como pensamiento conceptual y forma de conducta, es necesariamente dominación. El Logos es ley, regla, orden mediante el conocimiento. Al incluir en una regla casos particulares bajo un universal, al someterlos a su universal, el pensamiento alcanza el dominio sobre los casos particulares. Llega a ser capaz no sólo de abarcarlos, sino también de actuar sobre ellos, controlándolos. Sin embargo, aunque todo pensamiento se halla bajo el mando de la lógica, el desarrollo de esta lógica es diferente  en las distintas formas de pensamiento. La lógica clásica formal y la lógica simlica moderna, la lógica trascendental y la dialéctica, cada una gobierna sobre un universo diferente del discurso y la experiencia. Todas se desarrollaron dentro del continuo histórico de la dominación al que pagan tributo. Y este continuo impone sobre las formas del pensamiento positivo su carácter conformista e ideológico; y sobre las del pensamiento negativo su carácter especulativo y utópico.
Como  resumen,  trataremos  de identificar  más  claramente  el sujeto  oculto  de  la  racionalidad cienfica y los fines ocultos en su forma pura. El concepto cienfico de una naturaleza universalmente controlable proyecta a la naturaleza como interminable materia en función, la pura sustancia de la teoría y la práctica. En esta forma, el mundo-objeto entra a la construcción de un universo tecnológico: un universo de instrumentos mentales y físicos, medios en sí mismos. Así, es un verdadero sistema «hipotético», dependiente de un sujeto que lo verifica y le da validez.
Los procesos de validación y verificación pueden ser puramente teóricos, pero nunca tienen lugar en un vacío, ni terminan en una mente privada, individual. El sistema hipotético de formas y funciones se hace dependiente de otro sistema: un universo preestablecido de fines en el que y para el que se desarrolla. Lo que aparecía extraño, ajeno al proyecto teórico, se muestra como parte de su misma estructura (sus métodos y conceptos); la objetividad pura se revela a sí misma como objeto para una subjetividad que provee los telos, los fines. En la construcción de la realidad tecnológica no existe una cosa como un orden cienfico puramente racional; el proceso de la racionalidad tecnológica es un proceso político.
lo en el medio de la tecnología, el hombre y la naturaleza se hacen objetos fungibles de la organización. La efectividad y productividad universal del aparato al que están sometidos vela por los intereses particulares que organizan al aparato. En otras palabras, la tecnología se ha convertido en el gran vehículo de la reificación: la reificación en su forma más madura y efectiva. 
La posición social del individuo y su relación con los demás parece estar determinada no sólo por cualidades y leyes objetivas, sino que estas cualidades y leyes parecen perder su carácter misterioso e incontrolable; aparecen como manifestaciones calculables de la racionalidad (cienfica). El mundo tiende a convertirse en la materia de la administración total, que absorbe incluso a los administradores. La tela de araña de la dominación ha llegado a ser la tela de araña de la razón misma, y esta sociedad está fatalmente enredada en ella. Y las formas trascendentes de pensamiento parecen trascender a la razón misma.
Bajo estas condiciones, el pensamiento cienfico (cienfico en el sentido más amplio, como opuesto al pensamiento confuso, metafísico, emocional, ilógico) fuera de las ciencias físicas asume la forma de un puro y autocontenido formalismo (simbolismo) por un lado y de un empirismo total, por el otro. (El contraste no es un conflicto. Véanse las muy empíricas aplicaciones de las matemáticas y la lógica simlica en la industria electnica). En relación con el universo establecido de discurso y conducta, la no contradicción y la no trascendencia es el común denominador. El empirismo total revela su función ideológica en la filosofía contemporánea. Con respecto a esta función, algunos aspectos del análisis lingüístico serán discutidos en el siguiente capítulo. Esta discusión está encaminada a preparar el terreno para el intento de mostrar las barreras que impiden a este empirismo llegar a apresar la realidad y establecer (o más bien re-establecer) los conceptos que pueden romper esas barreras.

NOTAS (Capítulo 6, El hombre unidimensional, cap. 6)

119 Herbert Dingler, en Nature. Vol. 168 (1951), pág. 630.
120  W. V. O. Quine, From a Logical Point of View, Cambridge, Harvard University Press (1953), pág. 44. Quine habla del «mito de los objetos físicos» y dice que «con respecto a la base epistemológica los objetos físicos y los dioses [de Homero] difieren sólo en grado y no en clase» (ibíd.). Pero el mito de los objetos físicos es epistemológicamente superior «en tanto que se ha probado más eficaz que otros mitos como medio para obtener una estructura manejable dentro del flujo de la experiencia». La valoración del concepto científico en términos de «eficacia», «medio» y «manejable» revela sus elementos manipulativos tecnológicos.
121  H. Reichenbach, en Philipp G. Frank (ed.), The Validation of Scientific Theories (Boston, Beacon Press, 1954), páginas 85 s. (citado por Adolf Grünbaum).
122  Adolf Grünbaum, ibíd., págs. 87 s.
123  Ibíd., págs. 88 s. (cursivas del autor).
124 «Uber den Begriff Abgeschlossene Theorie», en Dialectica, vol. II, N.° 1, 1948, pág. 333.
125  Philipp G. Frank, loc. cit., pág. 85
126 C. F. von Weizsäcker, The History of Nature (Chicago: University of Chicago Press, 1949), pág. 20.
127  . En British Philosophy in the Mid-Century (N. Y., Macmillan, 1957), ed. C. A. Mace, págs. 155 ss. Similarmente: Mario Bunge, Metascientific Queries (Springfield, III.: Charles C. Thomas. 1959), págs. 108 ss.
128 W. Heisenberg, The Physicist's Conception of Nature (Londres: Hutchinson, 1958), pág. 29. En su Physics and Philosophy (Londres: Alien and Unwin, 1959), pág. 83, Heisenberg escribe: «La 'cosa en-sí- misma' es para el físico atómico, si usa en algo este concepto, una estructura matemática finalmente; pero esta estructura es —contrariamente a Kant— deducida indirectamente de la experiencia.»
129  Die Krisis der Europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie, ed. W. Biemel (La Haya: Nijhoff, 1954), pág. 21.
130  Gaston Bachelard, L'Activité rationaliste de la physique contemporaine (París: Prcsses Universitaires, 1951), pág. 7, con referencia a Die Deutsche Ideologie de Marx y Engels (trad. Molitor, págs. 163 s.).
131 Martin Heidegger, Holzwege (Frankfurt, Klostermann, 1950), págs. 266 ss. Ver también su
Vorträge and Aufsätze (Pfüllingen, Günther Neske, 1954), págs. 22-29.
132 The Poverty of Philosophy, capítulo II, «Segunda Observación», en A Handbook of Marxism, ed. E. Burns, Nueva York, 1935, pág. 355.
133 C. F. von Weizsäcker, The History of Nature, loc. cit., pág. 71.
134 Ibid., pág. 142 (cursivas del autor)
135  Ibid., pág. 71.
136  Espero que no se me interpretará mal, como si sugiriera que los conceptos de la física matemática son definidos como «instrumentos», que tienen una intención técnica práctica. Tecno-lógica es más bien la «intuición» a priori o aprehensión del universo en la que la ciencia se mueve, en la que se constituye a sí misma como ciencia pura. La ciencia pura permanece comprometida con el a priori del que se abstrae. Sería más claro hablar del horizonte instrumentalista de la física matemática. Ver Suzanne Bachelard, La Conscience de rationalité (París: Presses Universitaires. 1958), pág. 31.
137 M. Horkheimer y T. W. Adorno, Dialektik der Aufklärung, loc., cit., pág. 50.
138 Gilbert Simondon, Du Mode d'existence des objets techniques (París: Aubier, 1958), pág. 127.
139 Introduction á l'épistémologie génétique, tomo III (Presses Universitaires, París, 1950), pág. 287.
140  Ibíd., pág. 288.
141  Ibíd., pág. 289.
142  Ibíd., pág. 291.
143 Die Krisis der Europäischen Wissenschaften und die transcendentale Phänomenologie, loc. cit
144 Ver infra, capítulos IX y X.
145 John Dewey, The Quest for Certainty (Nueva York: Minton, Balch and Co., 1929), págs. 95, 100.




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